UN TIRO AL CRUZAR EL ARCO
¿Quién dicen los hombres que
soy yo? (Lucas 9:18b)
Ha sido una práctica antigua de
los buques de guerra disparar en frente o “cruzando el arco” d un barco
sospechoso para llamar su atención y demostrar su disposición a entrar en
batalla. Pero aunque el intento del Señor en el incidente era de discutir, no
significa que fuera una amenaza, sino que estaba dirigida a llamar la atención
de algunos sacerdotes que estaban por ponerse en su contra. Y como resultado
esto los confrontó con su tarea sacerdotal, que según lo que podemos determinar
por las Escrituras, no ha sido necesaria la mayor parte de los 850 años.
(¡Probablemente por eso se reunieron como los “Keystone Kops” tratando de
determinar lo que debían de hacer!)
“Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la
rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. 41Y Jesús, teniendo
misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio.
42Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio.
43Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego, 44y le dijo: Mira, no
digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés
mandó, para testimonio a ellos. 45Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y
a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la
ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de
todas partes.” Marcos 1:40-45
El escenario de este pasaje es al
inicio del ministerio del Señor a Israel. Para ese tiempo, Juan el Bautista
había preparado el camino para el Mesías, predicando el arrepentimiento de
pecados y exhortando al pueblo a que esperara su regreso. Luego de ser
bautizado por Juan en el río Jordán, el Señor comenzó a llenar sus credenciales
de Mesías, enseñando a la gente y obrando estupendos milagros. Pero mientras Él
se movía entre las multitudes, la gente comenzó a seguirle donde quiera que
iba, esperando con ansias más demostraciones milagrosas – eran tantos que rápidamente
se convirtieron en un factor de interferencia – y ese “factor fastidioso”
continuó durante todo su ministerio aquí en la tierra.
Esa es la razón por la que el
Señor le diera al hombre leproso un mandato tan severo (le mandó) de que no le
dijera a nadie y se presentara al sacerdote – o sea, quien estuviera a cargo en
el Templo en ese momento. Bajo la ley de Moisés, un leproso que hubiera sido
sanado tenía que pedirle al sacerdote que lo inspeccionara para ver si tenía
señales de lepra, y si no las encontraba, el sacerdote debía de hacer un
pronunciamiento ritual de que la enfermedad había sido sanada. Y este propósito
primario servía como testimonio a todo el sacerdocio de que el Mesías había
llegado.
Nosotros sabemos que una de las
señales mesiánicas para Israel era que los leprosos serían sanados, porque el
Señor lo incluyó en su respuesta a Juan el Bautista. Después de ser echado en
la cárcel por el Rey Herodes, Juan se desanimó porque sus expectativas (como el
resto de los judíos) sobre lo que el Mesías haría cuando llegara, obviamente no
estaban sucediendo. Su creencia era que él levantaría un ejército y echaría a
los odiados romanos, pero cuando eso no sucedió, muchos que le hubieron
recibido como Mesías, se desilusionaron. Así que Juan envió algunos de sus
discípulos para que le preguntaran a Jesús francamente, si él era el Mesías.
“Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de
Cristo, le envió dos de sus discípulos, 3para preguntarle: ¿Eres tú aquel que
había de venir, o esperaremos a otro? 4Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y
haced saber a Juan las cosas que oís y veis. 5Los ciegos ven, los cojos andan,
los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a
los pobres es anunciado el evangelio.” Mateo 11:2-5
Y nosotros sabemos que Juan
proclamaba que Jesús era el Mesías, por la declaración que hizo antes de
bautizarlo:
“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a
él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” Juan 1:29
Pero a causa de la naturaleza
caída de Juan, su fe flaqueó cuando estaba enfrentando la sentencia de muerte a
manos de Herodes, y el Señor gentilmente le reafirmó instruyéndole a sus
seguidores que volvieran y le dijeran sobre los milagros que habían visto y lo
que la gente decía de El. En otras palabras, “la prueba del pudin está en
comérselo”.
¡Pero a pesar de tan dramáticas
e irrefutables pruebas de que él era el Mesías de Israel, la gran mayoría de la
gente permaneció incrédula! Grandes multitudes le seguían dondequiera que iba y
escuchaban con atención todo lo que tenía que decirles, anticipando con emoción
la siguiente demostración de poder milagroso. ¡Pero lo que queremos aclarar
aquí es que esas cosas no cambian – y de hecho no pueden – el corazón humano!
No importa cuán poderosa y persuasiva sea la evidencia (y en ese tiempo no pudo
ser mayor), quienes están espiritualmente muertos no pueden ser resucitados
simplemente convenciéndolos de su necesidad de salvación. Ni antes ni durante
el tiempo en que los hombres fueron tan privilegiados como para escuchar del
Dios mismo tales enseñanzas estremecedoras y tales demostraciones de poder
sobrenatural – aun allí la narrativa bíblica indica que solo un grupo
relativamente pequeño respondió con fe salvadora.
Cuando yo era un cristiano joven,
frecuentemente me preguntaba por qué el Señor no les dijo simplemente que él
era Dios. ¡Pero con el tiempo aprendí que él se lo dijo muchas veces! Los siete
“Yo Soy” que se encuentran en el evangelio de Juan, son ejemplos claros de
declaraciones que acertaban su deidad, pero como los judíos esperaban a un
mesías humano, concluyeron que él estaba engañado o que blasfemaba al decir
tales cosas. Y aún algunos de sus amigos más íntimos, los apóstoles, no
creyeron que él era Dios en carne, hasta después de Su resurrección (por
ejemplo Tomás en Juan 20:28)
Lo que estoy tratando de decir
es esto: ¡Después de ser confrontados
por Dios en carne, de escuchar al más grande predicador que haya pisado esta
tierra, y presenciar milagrosas demostraciones de poder sobrenatural que
autenticaba Sus mensajes, la condición espiritual de la mayoría
permaneció sin ser afectada por él! Y los hijos de Israel en el Monte Sinaí son
un ejemplo clásico de este principio. Dios habló con una poderosa voz a todos
ellos (Éxodo 19:9) y ellos vieron cosas milagrosas que sucedieron en la montaña
(Éxodo 19:16-19), pero con el tiempo, solo unos pocos demostraron la realidad
de que sus corazones habían sido cambiados como resultado de esa experiencia. Y
este tipo de conducta continuó durante toda la historia de Israel, cuando en
varias ocasiones solamente un “remanente” permaneció fiel a Dios (1ra. Reyes
19:18).
¿Fue la fe personal de esos
pocos superior a la de los demás? Si al decir “superior” queremos decir que era
diferente, entonces sí. ¿Pero la pregunta del millón de dólares es por qué? La
respuesta podría sorprender a algunos:
“Digo,
pues, por la gracia que me es
dada, a cada cual que está entre
vosotros, que no tenga más alto concepto
de sí que el que debe tener, sino que
piense de sí con cordura, conforme a la
medida de fe que Dios repartió a cada uno.” Romanos 12:3
“y para que seamos librados de hombres
perversos y malos; porque no es de todos
la fe.” 2da. Tesalonicenses 3:2
Quinientos años después encontramos que el Mesías se presentó a sí
mismo a Israel. La atmósfera de celebración que siguió cada paso suyo no le
sorprendió en lo absoluto, ya que El conocía como reacciona la naturaleza
humana a las demostraciones milagrosas. Y a pesar de que la mayoría de la gente
profesaba ser discípulo suyo, llego al punto en que no eran más que un
obstáculo.
Así que lo que sucedió después
fue resultado del conocimiento divino respecto a aquellos a quienes Dios les
había dado.
“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí;
y al que a mí viene, no le echo
fuera.” Juan 6:37
En otra ocasión les tuvo que
decir esto a aquellos que no le pertenecían:
“y Jesús andaba en el templo por el pórtico de
Salomón. 24Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el
alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. 25Jesús les respondió: Os lo
he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan
testimonio de mí; 26pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como
os he dicho. 27Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, 28y yo
les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
29Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de
la mano de mi Padre.” Juan 10:23-29
Ya que ahora habían tantas
“cabras” entre las ovejas (o cizaña entre el trigo), el Señor decidió que era
tiempo de “limpiar la casa”, así que confrontó a la multitud enseñándoles
esto, y escandalizándolos intencionalmente:
“De
cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. 48Yo soy el
pan de vida. 49Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron.
50Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera.
51Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan,
vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la
vida del mundo.
52Entonces los judíos contendían entre sí,
diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? 53Jesús les dijo: De
cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis
su sangre, no tenéis vida en vosotros. 54El que come mi carne y bebe mi sangre,
tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. 55Porque mi carne es
verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. 56El que come mi carne y
bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. 57Como me envió el Padre viviente,
y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.
58Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el
maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. 59Estas cosas
dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum”. Juan 6:47-59
¡La reacción de aquellos judíos
concernientes a comer carne y beber sangre era similar a encontrar a una rata
muerta en la vasija del ponche! Pero su repulsión era exactamente la respuesta
que el Señor quería:
“Al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron:
Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? Sabiendo Jesús en sí mismo que sus
discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende? ¿Pues qué, si viereis
al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero? El espíritu es el que da vida;
la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y
son vida. Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque
Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había
de entregar. Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede
venir a mí, si no le fuere dado del Padre.
Desde entonces muchos de sus discípulos
volvieron atrás, y ya no andaban con él.”
Juan 6:60-66
¡Sin embargo, dese cuenta de
que algunos permanecieron fieles! Y cuando se les preguntó si ellos también se
irían, el Apóstol Pedro habló por ellos y dijo estas palabras:
“Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién
iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido
que tú eres el Santo de Dios.” Juan 6:68-69
Se da cuenta, esos hombres (y
mujeres) no se escandalizaron por lo que él dijo y permanecieron con él, porque
el Padre les había capacitado para hacerlo. Ellos se pegaron tenazmente a
Jesucristo, por la profunda y creciente fe que Dios les había dado; y los
milagros que habían presenciado solo fortalecían esa fe – no eran la base de
ella.
La vida y ministerio de
Jesucristo sirven como un “disparo a través del arco” para cada uno de
nosotros. Es tanto una advertencia como una forma de escape. ¿Se rendirá usted
a su poder infinitamente superior, o ignorará absurdamente la advertencia y
sufrirá al final las consecuencias?
Seguir ciegamente a un
predicador por su carisma o por la popularidad de los “planes y programas” de
su iglesia, es similar a las multitudes de no creyentes que seguían al Señor.
Ellos disfrutaban por las cosas que deleitaban los sentidos de su carne no
regenerada. Pero cuando eran confrontados con algo que parecía ser opuesto a su
“posición denominacional”, literalmente daban la vuelta y abandonaban a Dios el
Hijo.
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si
alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y
sígame.” Mateo 16:24
¿Está usted pegado a la cruz de
Cristo y le ha confiado su destino eterno a Su cuidado? ¿O está usted tratando
de “hacer lo mejor que pueda”? ¡Mi amigo, el mejor día que usted vea sobre esta
tierra, en términos de lo que usted puede hacer personalmente, nunca alcanzara
la meta! Por favor, hágase usted mismo un favor y reaccione al hecho de que
solo Dios puede salvar a pecadores como nosotros. Atienda a Su “disparo a
través del arco” y ruéguele que perdone sus pecados y salve su alma eterna. Mi
oración es que usted lo haga.
Sepa que el reloj de Dios
todavía está girando, pero se acerca el día en que él separará una vez más Sus
ovejas de todos aquellos que no le pertenecen.
Si usted ha aceptado a Jesucristo como su
Salvador personal, pero ha sido muy tibio en su caminar espiritual con Él,
usted necesita pedirle inmediatamente perdón y renovación. Él lo perdonará
instantáneamente, y llenará su corazón con el gozo del Espíritu Santo. Entonces,
necesita iniciar un caminar diario de oración y estudio personal de la Biblia.
Si usted nunca ha aceptado a Jesucristo
como Salvador, pero ha comprendido Su realidad y el Fin de los Tiempos que
se acerca, y quiere aceptar Su regalo GRATIS de la Vida Eterna, usted puede
hacerlo ahora, en la privacidad de su hogar. Una vez lo acepte a el cómo Salvador,
usted habrá Nacido de Nuevo, y tendrá el Cielo tan seguro como si ya estuviera
allí. Entonces, podrá descansar seguro de que el Reino del Anticristo no lo
tocará espiritualmente.
Si a usted le gustaría Nacer de Nuevo, vaya ahora a nuestra Página de Salvación.
Esperamos que haya sido bendecido por este
ministerio, que busca educar y advertir a las personas, de modo que puedan
ver el Nuevo Orden Mundial por venir -el Reino del Anticristo-en sus noticias diarias.
Finalmente, nos encantaría saber de usted. Puede enviarnos un E-Mail a
Dios le bendiga.