LIBRE ALBEDRIO

 

Algunas Reflexiones sobre Una Batalla Teológica que ha existido por Siglos.  

 

Ahora que estoy envejeciendo, con frecuencia veo el rostro de mi difunto padre reflejado en el espejo cuando me estoy afeitando.  También, la “imagen” de mis padres es claramente discernible, cuando alguna vez hago una pausa para reflexionar sobre mis actitudes y acciones.  Y aunque agradezco algo del ADN que me transmitieron, mi esposa puede decirles que yo sería una persona más agradable si algunos de esos rasgos genéticos no estuvieran presentes.  Pero no importa cuanto trate de renovarme a mí mismo, me he dado cuenta que es virtualmente imposible hacer cambios considerables en mi personalidad y sólo mediante una vigilancia constante, logro suprimir unos cuantos de mis brillantes defectos.   

 

Entonces, mi pregunta es: En esos momentos cuando he tratado de hacer lo mejor, ¿fue el esfuerzo de mi voluntad verdaderamente libre?  Aunque nadie me torció el brazo para obligarme a hacerlo, ¿fue la motivación completamente interna y voluntaria?  ¿No tendré que admitir, que información negativa externa intervino con mi zona de confort y por consiguiente mi motivo para arreglar el problema fue egoísta? En otras palabras, ¿no fui virtualmente presionado a un intento por hacer que los demás me aceptaran?   

 

Si viviéramos en completa soledad nuestra voluntad sería libre para hacer lo que llegue naturalmente.  El egoísmo y otras predisposiciones genéticas podrían ser felizmente ignoradas porque a la única persona a quien tendríamos que complacer es al número uno.  Pero como el monasticismo es contrario a la naturaleza humana,  nos congregamos y los motivos vuelan a medida que nuestro ego entra en conflicto.  Los elementos internos que literalmente constituyen lo que somos y que operan fuera de nuestro control, nos mueve en patrones impredecibles tan involuntarios como respirar.  Por consiguiente, la habilidad de uno hacia la voluntad, esta claramente limitada y se presenta una pregunta legítima sobre si la definición de “libre” puede o no tolerar limitaciones.    

 

Luego debemos considerar el problema universal del pecado que es una parte inseparable de nuestra personalidad.  Porque, aunque como Cristiano nacido de nuevo, he sido liberado del castigo por el pecado y estoy tratando de crecer en la gracia y en el conocimiento de Jesucristo (2 Pedro 3:18), la realidad práctica es que todos los esfuerzos para mejorar que no sean provocados por el Espíritu Santo, fallarán miserablemente.    

 

“Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.

 

¿Por qué mi voluntad – mi “fortaleza” – debe ser ignorada y resistida?  Porque soy un pecador por naturaleza y ese principio fue confirmado por el Rey David cuando dijo: 

 

“He aquí, en maldad he sido formado.  Y en pecado me concibió mi madre” Salmo 51:5. (Reina Valera 1960)

Amigo, yo no soy un pecador porque peco.  El meollo del asunto es que, peco porque soy un pecador.  Nací en pecado y mientras permanezca en este cuerpo frágil de barro, el pecado jugará un papel definiendo quien soy.  No importa cuanto trate de que mi voluntad sea diferente, todos esos esfuerzos de mi parte no pueden cambiar mi naturaleza, así como el leopardo no puede cambiar sus manchas, o el Etíope su piel. (Jeremías 13:23). Sólo Dios puede hacerme una persona mejor.   

 

Y contrario a lo que ha sido enseñado por algunos predicadores con más celo que conocimiento, nacer de nuevo no hace que nos deshagamos de la naturaleza de pecado y cualquier persona con “dos dedos de frente” debería estar en capacidad de discernir el hecho de que todos los Cristianos continúan pecando después de ser salvos.  Para el creyente un estado “técnico” de perfección sin pecado, se obtiene a través de la justificación por medio de un Dios Santo — un decreto legal que nos declara perfectos ante El — aun cuando prácticamente en términos diarios, permanecemos pecadores merecedores del infierno mientras estemos en este lado del cielo.  Y razón por la cual muchos están confundidos con relación a este tema, es porque no entienden la definición teológica de pecado — la cual, simplemente, involucra cualquiera y todas las fallas para medirlas según el estándar de la perfección de Dios.     

 

“Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” Romanos 3:23 (Reina Valera 1960).

Si en algún área de su vida, usted no es perfecto como Dios mismo, quiere decir que usted “falló al blanco” y eso es exactamente lo que la palabra Griega hamartia — traduce como “pecado” a través de todo el Nuevo Testamento.  Y cuando logramos agarrar este concepto, y nos damos cuenta de lo cortos que nos quedamos en el estándar de perfección de Dios,  deberíamos caer de rodillas en vergüenza.  Así, que, aunque es imposible estar sin pecado, debemos hacer todo el esfuerzo posible para pecar menos.  Luego, sólo con la ayuda del Espíritu Santo podemos hacer algún progreso hacía nuestra meta.   

Por eso fue que el Espíritu Santo guió al Apóstol Pablo a escribir acerca de su propia lucha con el pecado después de su conversión: 

“Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí. Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte; porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató. De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno. ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso. Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.

Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.” Romanos 7:9-25

Como lo he expuesto en artículos anteriores, sólo hay dos clases de pecadores: perdidos y salvados.  Y sólo por la gracia de Dios, soy enormemente bendecido de ser uno de los del último grupo.  Así, que, como creyente no puedo forzar mi camino a una perfección sin pecado, pero si puedo complacer a Dios voluntariamente tratando de evitar pecar y vivir la vida Cristiana a plenitud.   

Quiero enfatizar en este punto que antes de ser salvo, no pude complacer a Dios sin importar cuanto lo intentara, porque mi voluntad era totalmente impotente:

 “Y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” Romanos 8:8 (Reina Valera 1960).

Y si hay alguna pregunta sobre lo que quiso decir Pablo con, “... aquellos que viven según la carne…”, está explicado en le versículo 9:

“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si el Espíritu de Dios mora en vosotros.   Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” Romanos 8:9 (Reina Valera 1960).

La expresión “los que viven según la carene” se refiere a la gente en quienes no mora el Espíritu Santo — las masas de perdidos y no regenerados.  Y mientras permanezcan en esa condición, es imposible para ellos complacer a Dios o ser aceptables delante de El.  

 

Entonces, para empeorar las cosas, encontramos más información concerniente a los perdidos, en el libro de 1 Corintios.  

 

“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.” 1 Corintios 2:14

 

 Estos pasajes claramente nos dicen que los perdidos no pueden agradar a Dios ni pueden entender el mensaje del Evangelio y cuando tenemos en cuenta el principio escritural de que ellos están espiritualmente muertos (Romanos.6:13; Efesios.2:1 y 5; Colosenses.2:13), ¿cómo pueden ellos desear cambiar su condición, cuando están cegados por Satanás al hecho de que están espiritualmente muertos y que sus almas están en peligro?   

 

“En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.” 2 Corintios 4:4

Luego, para terminar, ¿no es una contradicción obvia proponer que aquellos que son esclavos del pecado y de Satanás tengan la libertad para desear algo de naturaleza espiritual?    

“Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.” Juan 8:34

“En los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,” Efesios 2:2

Como sugiere nuestro subtítulo, aun después de pasar cientos (si no miles) de años, el principio del libre albedrío mantiene el potencial de debate caliente dentro del Cristianismo.  Hoy en día, a la gran mayoría de Cristianos evangélicos, les han enseñado que el hombre no regenerado tiene libre albedrío y por consiguiente posee la habilidad para cambiar su mente con relación a Cristo.  Pero para concluir respetuosamente le pido que piense en esto: debido a que la Palabra de Dios nos dice que una persona inconversa no puede agradar a Dios, ¿cómo puede un individuo cambiar su mente con relación a Jesucristo, cuando un cambio genuino sin lugar a dudas complacería a Dios?  Y ¿cómo es posible que su voluntad pudiera tener alguna relevancia teniendo en cuanta que el está espiritualmente muerto?    

Adán y Eva originalmente poseían la habilidad de agradar o desagradar a Dios (definición teología del “libre albedrío”), pero terminaron perdiendo la habilidad de complacerlo.   Así que, esto más bien parece que Dios efectúa la salvación según Su voluntad  -- y no por ser un esclavo del demonio totalmente alineado y muerto espiritualmente.  (Efesios.4:17-19).

 

“según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” Efesios 1:4-5

 

“En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad Efesios 1:7-11

 

Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.” Romanos 9:16

“El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.” Santiago 1:18

 

El engaño espiritual esta arrasando a nuestro alrededor y en mi opinión personal el concepto del libre albedrío continúa jugando un papel importante en la “gracia barata” que vemos hoy día.  Los predicadores están usando métodos sicológicos programados para poner presión en los incrédulos porque están convencidos que lo único que hay entre ellos y la salvación, es su terquedad.  Ellos creen que pueden convencerlos por medio de la predicación (y de la música) programada para impactar las emociones y enfatizan la probabilidad de que alguien cambiará de idea y aceptará a Jesucristo.  Pero el problema con los predicadores que tratan de hacer el trabajo del Espíritu Santo, es que la mayoría de las “decisiones” terminan siendo hechas en la mente y no en el corazón — un hecho que lamentó el mismo hombre que hizo esa teología y predicación popular hace un poco menos de cien años: el evangelista Charles Grandison Finney.

Hay algo que definitivamente no necesitan nuestras iglesias: más cizaña entre el trigo. 

Si usted ha aceptado a Jesucristo como su Salvador personal, pero ha sido muy tibio en su caminar espiritual con El, usted necesita pedirle inmediatamente perdón y renovación. El lo perdonará instantáneamente, y llenará su corazón con el gozo del Espíritu Santo. Entonces, necesita iniciar un caminar diario de oración y estudio personal de la Biblia.

Si usted nunca ha aceptado a Jesucristo como Salvador, pero ha comprendido Su realidad y el Fin de los Tiempos que se acerca, y quiere aceptar Su regalo GRATIS de la Vida Eterna, usted puede hacerlo ahora, en la privacidad de su hogar. Una vez lo acepte a El como Salvador, usted habrá Nacido de Nuevo, y tendrá el Cielo tan seguro como si ya estuviera allí. Entonces, podrá descansar seguro de que el Reino del Anticristo no lo tocará espiritualmente.

Si a usted le gustaría Nacer de Nuevo,  vaya ahora a nuestra Página de Salvación .

Esperamos que haya sido bendecido por este ministerio, que busca educar y advertir a las personas, de modo que puedan ver el Nuevo Orden Mundial por venir -el Reino del Anticristo-en sus  noticias diarias.  

Finalmente, nos encantaría saber de usted. Puede enviarnos un E-Mail a 

Dios le bendiga.


 
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